viernes, noviembre 21, 2008

Un Dios con propósito…


Mira a tu alrededor. Ya estas en el Castillo donde siempre quisiste. No te cansas de correr y correr, y buscar y buscar, pero no sabes qué buscas o por qué corres.

No caigas en el engaño, no está vacío: estás tu, el y los que te aman. Y además está rodeado de esas pequeñas cosas que agregan a tu vida.

Las rozas se han esmerado para ti, y desprenden un aroma único que te fascina. Pero no lo estás disfrutando. Apenas percibes la luz de luna llena que ha inundado todas las habitaciones, porque la necesitas para ver hacia delante; lo malo es que tus ojos siguen ciegos.

Escucha a tu corazón. El silencio se ha hecho cómplice para hacer más fácil la tarea a tus oídos. Y eso es bueno. Tus sentidos ahora necesitan despertar a todo.

Ya casi estás agotando tus fuerzas, y antes de que lo hagas mejor ve hacia la otra dirección. Busca un pañuelo y seca esas lágrimas que te impiden ver que el amor está ahí en la misma ventana en donde lo dejaste.

Y si te preguntas qué sentido tiene tu creación, solo mírate en el espejo; y date cuenta entonces que ningún propósito había tenido hasta ahora tanto valor como recibir y dar amor a Dios, al prójimo y a ti mismo.



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