miércoles, noviembre 19, 2008

Quien lo iba a saber…

Llegaron rotos. Trajeron consigo únicamente la ropa que los vestía, la experiencia de haberlo vivido y la esperanza de volverlo a intentar.

Eran un total de 80 hombres. Esos que alguna vez salieron de este país con la ilusión de vivir el gran sueño americano, y mejorar la calidad de vida de sus familiares y las propias, y ahora regresan como deportados: por la puerta trasera y vacíos en cuerpo y alma.

Los hay de todas las edades, cada uno con distintas situaciones y más de una historia que contar. Se habla, por ejemplo, de un joven que, luego de graduarse como Licenciado en Derecho, viajó a los Estados Unidos, y al regresar ahora no vino como abogado sino como ex-presidiario que cumplió condena por dirigir una red de pornografía de menores vía Internet. Pretendieron llegar más lejos y en el camino se les olvidó que las vías correctas para realizar los sueños siempre son más seguras.

Lamentablemente, su regreso al país no representa motivo alguno para alegrarse. Aportan muy poco y realmente dañan mucho. Vienen con una conducta forzosamente aprendida e irreverente que atenta contra las buenas costumbres e inyecta en la sociedad mentalidades de países desarrollados que constituyen iconos de delincuencia.

Las reacciones son diversas, lo que es común a todos es la duda de si realmente la cárcel los regenera o si, de lo contrario, los fortalece y los prepara para algo peor, que, eventualmente, habrán de transmitirles a quienes compartieron su mismo sueño y la esperanza de volverlo a intentar.

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