lunes, mayo 11, 2009

Aprender a mentir I


Si uno de estos días te tropiezas por casualidad con una gran bola de nieve, ¡No te sorprendas! Tal vez solo es una gran mentira que inició como un simple favor para cubrir a alguien.

Puede llegar a ser muy fácil aprender a mentir, aunque hay quienes nunca aprenden. En general, nadie recuerda específicamente cuándo se inició en esta práctica, pero todo es cuestión de acostumbrarse hasta que ya no duela hacerlo. Cuando los gestos te ayudan y ya no te delatan más, entonces estás listo.

Sin embargo, acostumbrarse no siempre es una ventaja, pues son las personas que no acostumbran a mentir a quienes les creemos; la credibilidad probada de una persona inmediatamente hace esbozar de nuestros labios algo como: “ella jamás mentiría”, lo cual otorga una ventaja ante aquel que está acostumbrado a hacerlo y que ya no le creen. Pero debería ser precisamente el que está acostumbrado a quien las mentiras le queden más fáciles, por eso de que todo arte aprendida se perfecciona con el tiempo.

Aun no está probada la teoría de Pinocho, así que quienes no han aprendido todavía pueden hacerlo: “manteniendo la mirada y sin que se mueva un músculo de la cara, antes de encallecer los sentimientos hasta poder echarle la culpa a los compañeros de sus errores...ya has aprendido a mentir.” Manuel Contreras

Esto desprende una interrogante: eres sumamente mentiroso o yo sumamente ingenua?

Continuará…

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